Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Carlos Marcote

El tiempo detenido

LAS SOMBRAS AUSENTES DE UN PAISAJE

En los paisajes de Marcote no hay gente a la vista. Las personas serían seres intrusos y es que la humanidad se ha inmiscuido ya en el paisaje con la violencia suficiente, implacable y silenciosa, como para cambiar su aspecto para siempre. Las personas, el público, el espectador, están fuera mirando dentro. En el interior de la obra de Marcote la humanidad ha estado y se ha ido y lo que permanece es la imagen de un mundo, moldeado y manipulado durante siglos, de dominio humano sobre la naturaleza. El paisaje es una construcción hecha por el hombre, tanto en la pintura como en la hierba y en los árboles y presentados ante semejante creación tenemos que enfrentarla solos.

El artista ha pasado una cantidad aparentemente exorbitante de tiempo y esfuerzo pintando, recreando la belleza de un instante. ¿Por qué? Este instante recompensa a quien lo observa con una escena en la que puede participar durante un tiempo inestimable.

A menudo miramos, vemos, pero ver, sin embargo, no es suficiente. Marcote nos tienta, nos invita a observar y en nuestra observación nos hacemos partícipes de lo que vemos. Eso es más que suficiente. Quien observa empieza a tener intuiciones sobre lo que visualiza. Somos los sujetos ausentes de la obra. Poblamos las pinturas con nuestras sombras ausentes en los paisajes y edificios abandonados, pero esta obra no trata sobre el declive o la decadencia, más bien sobre la ausencia y la desaparición, cambios silenciosos pero constantes durante inmensos períodos de tiempo.

Estas pinturas son, de hecho, elegantes objetos que representan un momento eterno. Frente a lienzos como éstos, a quien observa se le dota con permiso para meditar. No sólo podrá meditar sobre un cierto tipo de nostalgia, o sobre este instante, o proyectarse a sí mismo en un momento futuro, sino que se le invita a reflexionar sobre su posición en el esquema de las cosas en las que el individuo puede sentir los resultados de las acciones de las masas. Se involucra, humillado un poco tal vez, y se da cuenta de que como individuo, frente a la escala universal de las cosas representadas, tiene que plantarse la pregunta, –

«¿Podría haber sido yo alguna vez, soy yo, alguna vez seré, puedo ser una parte de aquello cuyas consecuencias veo?»

Nuestro lugar en el esquema de las cosas es una meditación fundamental. Las obras de Marcote no son obras de decoración simplista. No son obras que tomarse a la ligera. Son alimento esencial para el pensamiento, materia sobre la que reflexionar. En una época del arte como «producto», divorciada del significado de su contenido en la medida en que el significado se ha transformado en «valor de mercado «, es revelador que obras como las pinturas de Marcote nos conduzcan a un monólogo personal acerca de la creación artística, que va mucho más allá de ese «producto», penetrando en la naturaleza misma del arte y de la vida misma.

No hay arte más serio que aquel que proporciona espacio para la contemplación, un arte que se niega a seguir los dictados del mercado. De hecho, un arte que se niega a dictar. Pinturas hermosas que van más allá de la belleza, que traspasa la belleza para hacernos penetrar en las sombras ausentes de un paisaje, en el aprendizaje.

DAVID F. BRANDON, 2013 / 2018.

Fecha: 30 Oct - 07 Dic 2018

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