Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Víctor Arrizabalaga

Tentaciones

«[…] De las obras ahora expuestas en la Galería Juan Manuel Lumbreras, Voluptuosa placidez y Triángulo, esos sugerentes asientos conformados con elementos de la anatomía femenina, son los que guardan aún la nítida reminiscencia de los grandes del pop y el vínculo temático con los iconos de Victor Arrizabalaga.

Junto a aquellas, la serie “No me enciendas” se vale de extintores en desuso estratégicamente recubiertos de collage extraído de revistas de belleza o de moda para ofrecer oníricas ensoñaciones de cuerpos femeninos. Y será una de las pocas ocasiones en las que se apropia de un objeto fabricado, por otro lado, un procedimiento con solera: “el origen de esta insolente manía de echar mano de cualquier cosa para fabricar un objeto artístico hay que emplazarla en los inventores del cubismo, Picasso y Braque, cuando, una vez liquidado el sistema tradicional de representación plástica, reconstruyeron sintéticamente la imagen con trozos tomados directamente de la realidad”.

Con las piezas Sin dirección y El jardín de las delicias, en las que la rejilla de acero sirve de soporte para incorporar elementos geométricos, torsiones tubulares, flechas y variedad de colores Víctor Arrizabalaga se adentra en un terreno en el que abandona toda figuración y todo carácter narrativo. Tras ellas, las series que vendrán están formadas por adicción a partir de un módulo constructivo. Ocurre con las Telas de araña, esculturas de pared como las dos anteriores. Ahora constituidas por ángulos y triángulos que dan forma a tupidos entramados.

Las dimensiones domésticas de las enumeradas a continuación sirven a un tiempo de maquetas con la posibilidad de visionar el desarrollo de varias e incluso diferentes ideas en torno a una misma propuesta y de creadoras de espacios que conducen por derecho al dominio mental y a la reflexión. Las piezas de puzzle, las letras, los números o los círculos fueron los primeros elementos modulares para dar forma al cubo arquitectónico, al recinto, con intención de proponer esculturas que encerrasen un espacio, que, en cierta manera, fuesen habitables.

Tony Smith, a finales de los años 50, interesado por la escultura basada en formas modulares elementales vio acentuada la preocupación estructural ante el reduccionismo de la forma y la ausencia de elementos ornamentales. Precisamente, el carácter repetitivo y modular de sus estructuras permitirá distintas disposiciones de ellas, según el lugar, con lo que el contorno y su centro no queda fijado hasta la instalación definitiva.

Aquí Víctor Arrizabalaga ofrece sus Ventanas, en base a figuras de cuatro lados que podrían traernos a la mente la serie “La rectitud de las cosas” de Gustavo Torner. Si bien ni la intención constructiva ni la presencia irían paralelas. El color, como ocurre en todos los trabajos de Arrizabalaga, reduce muchos grados la gravedad del acero y aporta sus juegos plásticos, llegando a remarcar torsiones compositivas. Por el contrario, sin torsión del material, sus Laberintos cuyo motivo es puramente arquitectónico, realizados con formas rectas que sustentan arcos de medio punto, abiertos o no, alzados o acostados, remarcan más aún el carácter de hitos señalando un punto de encuentro. Como también La olas, gruesas virutas regulares o no, con pura presencia geométrica o metaforizando el movimiento marino.

Figuras simples que provocan los efectos de “presencia” y “evidencia” en los que la obra se impone al espectador de tal manera que le obliga a plantearse los términos de la relación perceptiva. Obras todas ellas sin pedestal, que sustituyen la conmemoración por la propia materialidad del acero y la plástica que lo recubre. Obras que reafirman su condición escultórica, concretándola como objetos rotundos o espacios tridimensionales en diálogo con el espacio arquitectónico. Artificios, en definitiva, para intervenir en el entorno humano que inducen al espectador a una permanente circulación y cuya presencia es capaz de transformar el espacio que ocupa.

Si desde los años 60 se ha ido consolidando la costumbre de requerir una cierta utilidad y funcionalidad a la escultura, es ello lo que ha ayudado a dar sentido a la configuración de recintos de carácter público. La escultura -o lo que es igual, el arte- muestra el caos y enmarca su fluir informe. No lo niega, no enmascara la contingencia y la fluidez del ser, sino que patentiza ante nuestros ojos el ilimitado caos del ser. Cada forma in-forma de que es eso una construcción, un artificio. Y ese desvelar es el que cuestiona los significados establecidos y el sentido de la vida humana.»

Fragmento de «Arificios para el sentido» de José Ángel Artetxe.

Notas de prensa:

«La obra reciente que presenta Víctor Arrizabalaga en la muestra Tentaciones deja, a primera vista, una impresión lúdica. La contundencia del acero, pintado de colores brillantes y sometido a formas precisas y caprichosas, configura unos volúmenes que tienen la simplicidad y el atractivo táctil de los juguetes. 

A medida que camina entre las obras, la sensación de olvido y abandono se acrecienta: los dueños infantiles de estos locos juguetes parecen haberse despreocupado hace tiempo, dejándolos en un limbo de inacción congelada. La inutilidad creativa bulliciosa del juego deja paso a la de la contemplación, distanciada y quieta. 

Así, la alegría despreocupada, inocente en primer lugar, va tomando un deje melancólico a medida que los objetos revelan, en su soledad, la ausencia insoslayable que les hurta su cometido y los constituye como elementos de una exposición». 

Periódico Bilbao, enero de 2010, Jaime Cuenca.

Fecha: 10 Dic - 09 Ene 2010

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