Melquiades Álvarez
Pinturas y Dibujos
Hace frío ahí fuera.
Hace frío y humedad.
Hay agua abundante que la tierra
ya no quiere beber.
Agua quieta para pisar en los caminos
vacíos.
Quizá hay sólo agua en mis ojos
y en la memoria de todos mis
sentidos.
Agua arremolinándose como los cabellos
profundos de una segunda madre, o
agua posada y silenciosa como abismo cósmico
de los árboles.
Pensamiento entretejido y casi durmiente
es el agua en los viejos muros,
allí donde va alimentando la vida
secreta de las formas que trepan, construyendo
universos fantásticos de musgo y liquen,
floraciones verdes y de fulgor anaranjado
sobre profundos óxidos negros.
Veo agua que sube por los cimientos de las casas
y las empapa haciendo marcas, señales
y formas enigmáticas en estancias
vacías abandonadas al aire de los colores
que se desconchan liberando el tiempo
que duerme en sus estratos.
Hay agua para ti y para mí, pues merodea
por los huesos como si fuesen andamiajes
blancos hoy y algún día nubes.
El agua choca en su lento fluir, en turbio
y espeso murmullo. Gotea bajo el puente,
con un extraño eco, como si fuese
una humilde catedral de agua con olor
a brea,
a salitre,
a cloaca.
En el agua sonora de la noche,
atravieso la empapada brisa fría
entre llameantes destellos rojos.
Policromía de los óxidos una vez más.
Oxido y desgaste en las vías, las señales,
los inmensos murales flotantes
de los barcos.
Y llueve.
Llueve en los canales, en las calles,
y en los lejanos bosques también llueve
y hay un omnipresente chocar del agua,
un vaivén que ni la luna rota
con su luz logra amansar.
El agua guarda mis recuerdos mientras
el aire que viene del mar penetra
por la ciudad en un abrazo suave,
casi imperceptible, y convierte
en mar sus calles, las farolas,
nuestros perfiles inciertos.
Somos entonces siluetas de mar pulverizado,
leve teatro de sombras húmedas, mar
en suspensión que ocupa las iglesias
y se posa en las baldosas e impregna
miradas, manos y oraciones.
Todo es como una gran pintura de agua,
un reflejo líquido del alma,
una inabarcable masa de color
tras la cual hay un sentido único
al que reconocer y abrazar.
De noche oigo el rumor continuo, intenso
y lejano de las palabras múltiples
que atesora el mar.
Allá en la lejanía hay un estruendo
confuso de aguas que se aceleran
como si fuesen voces antiguas y alientos
casi extinguidos que aún exhalasen
humedad con los primeros rayos de sol,
en las frías mañanas de todos los
tiempos.
AGUA
Texto del catálogo exposición Melquíades Álvarez. Galería Juan Manuel Lumbreras
BILBAO
Notas de prensa:
«La galería Juan Manuel Lumbreras acoge un conjunto de las últimas obras de Melquíades Álvarez. Se trata de una serie de pinturas y dibujos en las que el artista explora lo que podríamos llamar “la belleza de lo difuso”.
Hay cierta calma imprecisa en cada uno de sus cuadros, reflejada en ele uso de la paleta cromática, en la que hay una preeminencia de azules y verdes, y de la luz. No hay espacio para lo concreto. No hay, así, identificación exacta de qué lugares son los que se han llevado al cuadro.
Así, al contemplar la muestra, el universo de imágenes que Melquíades Álvarez ofrece, es hermanado por el espectador al suyo personal, pudiendo así, aprehender, hacer suyos, los momentos que han inspirado al artista».
Periódico Bilbao, marzo de 2007.
Fecha: 27 Feb - 24 Mar 2007