Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Marcelo Fuentes

Nueva York

La postura serena de Marcelo Fuentes (Valencia, 1955) y el musical “modo menor” que ha adoptado para disponer de manera exquisita sobre el espacio del cuadro los valores de la luz, el color atenuado (rosas, azules y verdes grisáceos, ocres apagados, con el contraste de algún elemento blanco), la riqueza controlada de sus texturas, el diseño riguroso lleno de sugestiones constructivas y el juego de las sombras acentuando las masas diferenciadas de los volúmenes, todo ello convence de que sigue hoy valiendo la pena “jugar el juego” de la pintura.

Conjugando la representación figurativa y una abstracción que busca las esencias –más allá de lo simplemente sintético–, Marcelo Fuentes se centra en la realidad. No se evade de las cosas. Las persigue hasta plasmarlas en sus claves simbólicas. Busca la realidad profunda de lo común, y la transporta a un arte gobernado por la exigencia de lo completo, de lo absoluto.

El destino de esta obra no se cifra en los logros de su belleza –o elegancia–, ni en la suelta perfección de su factura, sino en la urgencia de alcanzar el apogeo, la totalidad e integridad del arte de pintar, la potencia de la plenitud. Pintura en plenitud es lo que postulan estas representaciones intimistas de visiones urbanas que resultan monumentales, a pesar del gusto que demuestra su autor por los pequeños formatos, inclusive por la concentración conceptual y física de los motivos en la miniatura.

En ese estado intensamente globalizador de los elementos plásticos, del concepto pictórico y de un sentimiento melancólico de índole romántica, esta pintura no puede ser “contada”, sino que se produce como “aparición”.

Así es la obra última de Marcelo Fuentes: óleos convertidos en memoria de experiencias interiores; profundas pinturas a la acuarela –no simples “acuarelas”– que resultan mágicas por extraordinariamente sencillas, y dibujos en los que el toque fuerte del carbón conduce a lo oculto bajo el misterio. Se refiere todo ello a paisajes arquitectónicos de una solitaria ciudad de Nueva York, y se plasma en maneras muy personales, por más que Marcelo Fuentes no renuncie al espíritu de sus veneros principales: la ingeniería estructural asombrosamente exacta y callada de Morandi; la expresión melancólica, de registro existencial, de las desnudas escenas urbanas de Hopper; y el concepto –no el lenguaje– de la pintura metafísica de De Chirico, con su enunciado de la doble soledad que caracteriza a “todo arte serio”: soledad en los motivos pictóricos y en su aspecto supersensorial; y soledad de las líneas y señales, o soledad metafísica, “para la que no existe aprendizaje lógico, ni visual, ni psicológico”.

José Marín-Medina: Marcelo Fuentes, pintura serena.
(El Cultural, 8 de mayo de 2008.)

Fecha: 01 Jun - 30 Jul 2010

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