Antón Hurtado
Figuras del sosiego
[…] Antón Hurtado se ha rodeado con sus obras de tranquilidad y silencio, puesto que si el horizonte ultimo es la renuncia cual gesto imperceptible de una sabiduría ciega, existe una labor creativa que trata de ser capaz de mostrar vestigios de esa quietud en su producción presente. ¿Por qué este empeño en reflejar la calma de un añorado refugio? Precisamente por tratar de encontrar lo permanente, aquello que suponga un verdadero amparo para nuestras ansias. Así, la tensión más definitiva se instala en el arte: querer lo imposible, aquello que de lograrse anularía toda posibilidad. Como diría el poeta: “ser como la piedra, un lugar nada más”, un ansía de totalidad que es en realidad una nada pero que el artista puede plasmar como un atisbo del estadio concluyente de su quehacer. El arte se descompone, la pintura se fragmenta y se hace irreconocible para el neófito, pero el creador encuentra, gracias a esta su obsesión por el limite, en lo que innumerables veces se calificará como extraño y destructor, un territorio amigo, un universo propio que proyecta un mínimo de tranquilidad y permite un reposo momentáneo. La profundización en este paisaje personal va generando un decurso, una trayectoria fruto de la reflexión conceptual y del desarrollo de los artificios creativos. Pensamiento y plasticidad, razón y emoción, elementos siempre insoslayables para acercarse al arte, se hermanan definitivamente aboliendo toda contradicción en el seno de la paradoja misma, puesto que nos hallamos ante la presencia estética de lo inagotable por la palabra.
El camino creativo de Antón Hurtado está claramente vinculado a la pintura del paisaje. Un procedimiento que de serlo figurativo ha ido concentrándose en aquellos elementos vitales para el artista, tornándose por mor de su intenso trabajo de estudio en paisaje personal e irrepetible. Incluso sus acuarelas, realizadas estas en entornos naturales ya apuntan hacia aquellos motivos plenamente desarrollados en el resto de su obra pictórica y escultórica. Formas simples y reacias a la narratividad se apoderan de esta muestra de sus últimos trabajos. Observamos numerosos volúmenes, casi todos ellos caracterizados por la marca de una fisura, de una abertura que permite adentrarse en un cobijo interior o por una contorsión en la figura que genera un espacio que invita al recogimiento. Huecos, puertas, remansos, naves industriales abandonadas, formas femeninas que invitan al acercamiento, pirámides hendidas, ensenadas y muelles marítimos, placidos brazos de agua, edificaciones solitarias en plena naturaleza, esculturas de fabricas improductivas, son todas sugerencias de un manso refugio. La calma y el silencio planean por todas estas obras y así, gracias a estas figuras del sosiego, no adentramos en esa placidez de la que tan necesitados nos hallamos frente al ensordecedor espectáculo de la vida circundante.
Mikel Iriondo. Figuras del sosiego.
Fecha: 20 Nov - 15 Dic 2001