Antón Hurtado
Lugares Personales
[…] Soy de la opinión de que el arte, lejos de morir, aunque de cierto muere cuando se torna previsible y se hace repetitivo, busca a cada momento emerger de nuevo, y de hecho y sorprendentemente, se producen nuevos alumbramientos. El arte permite proponer nuevas alternativas a las visiones obsoletas y estereotipadas. El decurso de Antón Hurtado a lo largo de sus ya muchos años en la pintura no ha sido fácil, siendo además el propio artista quien se ha planteado nuevos retos en el camino, tratando así de huir del encasillamiento. Posee una técnica sobrada, pero esto nunca le ha parecido suficiente, pues los logros de ayer son nuevos desafíos para mañana y no conviene dormirse en los pinceles. Sabe que no duplica nada, que no persigue una representación de la realidad, sino que trata de ofrecernos un fragmento de experiencia, un motivo que no necesita nombrar. Tampoco sabe a ciencia cierta si se expresa, a pesar de que este sea un concepto repetido hasta la saciedad, y sin el menor fundamento, entre los artistas, puesto que existe una diferencia insalvable entre aquello que originalmente se vislumbra perseguir y lo que finalmente se logra. Por eso, idénticos temas se repiten sin cesar tratando de que la intuición primera acuerde con el más elevado grado de satisfacción ante la obra terminada. El artista es obstinado, pues todo logro es un pequeño fracaso.
Pinta Antón sus lugares personales, ya que en rigor ningún artista puede sustraerse o hurtarse esta posibilidad, todo lo humano es personal, aunque no implique necesariamente el consabido “me expreso”. Lugares que no son territorios reconocibles en un mapa cartográfico, sino espacios habitados por sus preocupaciones, por sus esperanzas, por sus deseos de hallar un refugio manso, la añorada benevolencia del sosiego. Hay figuras que le persiguen, sean pictóricas o escultóricas, y él las persigue igualmente hasta darles fugaz alcance mientras se le escapan de nuevo, aunque quizá después de todo permanezca esa estela de color, esa especie de aura que dilata el artificio. Tarea ímproba la del artista que nos atrae ante los ojos la perplejidad de su mirada, de esa experiencia que se ha ido enriqueciendo con el tiempo. Incluso nos propone hallar cobijo en un espacio íntimo, que puede ser del artista, o el nuestro propio. Es el ámbito del mirar con sentido, apartados de lo habitual, encerrados en el gratuito juego de una promesa siempre inagotable.
Mikel Iriondo. «Lugares personales (Oficio de paciencia).» Fragmento.
Fecha: 30 Oct - 25 Nov 2006