Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Alejandro Quincoces

Paisajes urbanos

Acabados ya los tiempos de las excomuniones y las reivindicaciones, agotados los de las incomprensiones y las sospechas mutuas, cerrado el necesario paréntesis de los respectivos análisis lingüísticos, desde hace al menos dos décadas la pintura la fotografía parecen por fin atravesar una larga temporada de convivencia provechosa, intercambio continuo de sugestiones y temas, debates no competitivos, pero realmente problemáticos, capaces de infundir nueva linfa en cada uno de los lenguajes. Alejandro Quincoces pertenece plenamente a la generación de pintores que ha determinado el surgir de este nuevo clima: siguiendo la lección de Richter –el artista que quizás ha influido más no sólo en la visión, sino también en la reflexión pictórica a caballo entre el siglo XX y el XXI– desde mediados de los años noventa Quincoces ha pintado temas resaltando su origen fotográfico, tanto en la composición de la imagen como en la utilización de algunas figuras retoricas (el contraluz, el efecto de movimiento de un coche) características del medio fotográfico, tanto en la composición de la imagen como en la utilización de algunas figuras retoricas (el contraluz, el efecto de movimiento de un coche) características del medio fotográfico. Se podría añadir que no es una casualidad que este pintor vasco prefiera unos temas especialmente queridos también por sus coetáneos que utilizan la fotografía, en primer lugar, ese “paisaje urbano” que parece haberse convertido en fuente de inspiración realmente universal y transversal en las elecciones técnicas y poéticas. Se podría pensar que sea precisamente porque en todo el mundo el panorama urbano está uniformando, convirtiéndose en contenedor de todos los pensamientos y las figuras del mundo, nueva naturaleza artificial en la que sumergirse, no se sabe muy bien si por necesidad o elección. […]

Al contrario de lo que indican las apariencias, no es el tema el que guía la mano del artista, sino la emoción de pintar y, con ello, la necesidad de seguir viendo con el ojo interior para volver a elaborar conceptual y pictóricamente la imagen, después de que e ojo mecánico la haya parado a tiempo. Más de una vez Quincoces ha reiterado que lo que más le obsesiona es la “realidad material” del cuadro, es decir, ese conjunto de prácticas, herramientas y medios que definen la pintura en su esencia lingüística, en su unicidad de médium que no se puede asimilar –físicamente– a ningún otro. Esta “realidad material” es la característica menos evidente y sin embargo más presente en su trabajo, una realidad que se podría definir “del oficio”, un oficio ejercicio durante mucho tiempo y, ahora, con una magnifica certeza de medios y resultados que atestiguan las composiciones de grafito que resultaría impropio, además de restrictivo, definir dibujos. Es la realidad de los velados y los sombreados, un trabajo de taller, tan complejo en la elaboración técnica como “invisible” en el resultado final en el que desaparece –como siempre ocurre con la gran pintura– la fatiga de pintar y sólo se queda la imagen, fruto nada casual de esa sabiduría oculta.

Walter Guadagnini. Crítico de arte. Catedrático de la Universidad de Módena. Italia. «La pintura de Alejandro Quincoces». (Fragmento).

Fecha: 13 Abr - 08 May 2004

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