Leonardo Lumbreras
Ahora o nunca
Atrapar el instante
La presente exposición recoge un conjunto de fotografías anónimas que pudieran haber sido obtenidas en cualquier lugar del mundo. En unos casos, se tratan de fotos desnudas de todo protagonismo humano: unas sillas alineadas como un ejército de infantería, unos bloques de piedra amordazados, unos ladrillos que parecen sonreírnos, el silencio de una piscina vacía, los juegos del agua y jabón de un lavacoches, el retumbar de unos tacones viajeros, un par de tejados industriales, la cotidiana caravana de coches a la hora del regreso, una cúpula que se eleva en busca del sol de la mañana, o el centellear de una puesta de sol en el muro cortina de una fachada. En otros, aparecen algunos personajes, individuales o agrupados, siempre anónimos, que se erigen en protagonistas de la fotografía: una joven vencida por el sueño, una niña con un casco de motorista, un viajero adormecido en el interior de un autobús, un grupo de melómanos que rebuscan en una tienda de discos de vinilo, o la cotidiana marea humana en una estación de metro. Temas recurrentes, habituales, comunes en la cultura occidental.
A simple vista pudiera pensarse que estas fotografías, al menos en su conjunto, carecen de un nexo común que las aglutine, ya que su temática carece de la unidad necesaria que permita nominarlas bajo un título identificativo, aunque es bien cierto que el silencio y la melancolía están presentes en la práctica totalidad de las imágenes. Sin embargo, lo que verdaderamente las emparenta a unas con otras es que todas ellas participan de ese género o modalidad fotográfico que conocemos como “instantánea”, es decir, aquellas imágenes que “se presenta al artista inesperadamente”, para diferenciarlas de las que se apoyan en temas planificados, o de aquellas otras, más elaborados, en los que el artista fotografía las imágenes creadas por él mismo de antemano. La “instantánea” requiere, por tanto, atrapar con la cámara aquello que “sucede en un momento preciso, y que no volverá a repetirse jamás”.
Queda fuera de toda duda que algunas de las obras de la exposición participan plenamente de la idea de “instantánea”. Un buen ejemplo sería el de la niña con casco que va de paquete en una moto que se detiene en un semáforo, precisamente frente a la ventanilla del taxi en el que viaja el autor de la fotografía; o los efectos de la espuma de un lavacoches desde el interior del vehículo que está siendo limpiado; situaciones que, aunque pudieran volver a repetirse, jamás compondrían la misma imagen. Por el contrario, parece paradójico calificar de “fugaces” a una pared de ladrillos llamada a permanecer inalterada durante meses, a la cubierta de un pabellón industrial, o a una turista que duerme plácidamente sobre el armazón de una litera.
Por un lado hay que tener en cuenta que aunque el tema permanezca aparentemente inalterable durante tiempo, el fotógrafo puede ser, como es el caso, el que pasa “fugazmente” por delante del motivo que “le sorprende”, estimulando la acción de captar esa imagen. En el caso de la joven durmiente, fueron centenares las personas que pasaron por aquel lugar, cámara en ristre, sin que se sintieran atraídos por la escena, ni reparasen en el enorme potencial fotogénico del tema. El autor, por el contrario, no pasó de largo, sino que retuvo esa escena en su cámara, consciente de que “o atrapaba la imagen en ese instante o ya no lo haría jamás”, a pesar de que la protagonista siguiera largo tiempo disfrutando de la insólita siesta.
Por otra parte, cualquier tema tiene infinidad de miradas para el artista. Hay motivos que durante tiempo no han despertado la atención del fotógrafo –o del pintor– que un día preciso, sin que sepan por qué, estimulan su creatividad. Es ese momento mágico e irrepetible difícil de explicar, en que se conjugan la luz, el color y el estado de ánimo del creador, para que un tema, hasta entonces intranscendente, se convierta en el protagonista de una obra de arte. Es ese el momento en que el fotógrafo, “o capta la instantánea, o la pierde para siempre”, porque aunque el motivo sea un estático paramento de ladrillos dispuesto a ser fotografiado una y mil veces, “el momento mágico no se volverá a presentar”.
Nos lleva ello a la conclusión de que la “inmediatez” que requiere una imagen, no está en la propia imagen, sino en la mente del artista. Es más, sólo el artista es capaz de reconocer el potencial artístico de una imagen, inapreciable para la mayoría de las personas que carecen de la sensibilidad y creatividad desarrolladas por los autores de auténticas obras de arte. Cuando el fotógrafo siente ese impulso, el ojo y la mente se alían con la cámara, para captar aquellos objetos en apariencia sencillos e irrelevantes, que en su posterior visión pueden llegar a despertar el interés y la curiosidad de quienes las contemplen.
El autor de estos trabajos ahora expuestos, gusta de distinguir la “inmediatez” de la “casualidad” o del “oportunismo”. Dos grandes fotógrafos, el húngaro Robert Capa y el francés Robert Doisneau, son autores, como es bien sabido, de las celebradas fotografías de “El miliciano muerto” y “El beso del Hôtel de Ville”, respectivamente, a las que no podríamos calificar de fotografías “inmediatas”. Ambos, cada uno en su momento y en su estilo, fueron reporteros enviados a capturar ese tipo de imágenes, es decir, había una “planificación previa” para fotografíar ese género de documentos, la muerte en el campo de batalla, en el caso de Capa, y la alegría de la victoria, en el de Doisneau. Aunque ambas fotografías han pasado a la historia por su brillantez, no son fruto de la “inmediatez”, al menos en su sentido más estricto.
Toda obra de arte se completa con la visión posterior por parte del espectador. La información dada más arriba por el autor de las fotografías expuestas va encaminada a una mejor comprensión de las imágenes, y de lo que con ellas buscó transmitir el fotógrafo en el momento en que las capturó. Algunas nuevas pistas nos aporta el autor de estos trabajos en cuanto a los medios utilizados y a los objetivos perseguidos. Sus fotos, aclara, no buscan la nitidez extrema ni la perfección en los encuadres, porque en las “instantáneas” debe de primar la magia del instante frente a la luz, el enfoque o el encuadre. Todas estas imágenes han sido realizadas este mismo año con una cámara digital Nikon D200, o lo que es lo mismo, con una cámara “no profesional”. Es más, en su proceso de revelado y ampliación, por petición expresa del artista, las fotografías no han sido retocadas, aunque con ello las imágenes hayan perdido parte de su nitidez inicial.
Hoy en día tenemos a nuestro alcance toda una batería de programas informáticos que nos permiten crear, manipular, retocar y mejorar nuestras imágenes directas, que el autor ha utilizado para otro tipo de propósitos, pero de los que conscientemente ha prescindido en esta ocasión. Los que conocen sus fotografías temáticas (retratos de personajes desarraigados, paisajes poco habituales, objetos de consumo cotidiano o actividades socialmente repudiables), con las que ha obtenido importantes premios, tal vez se sorprendan con esta exposición de imágenes sencillas a simple vista, capturas de “turista” inquieto y amante de la “instantánea”, mostrándolas tal y como fueron capturadas –sin trípode, con baja luz natural o en malas condiciones ambientales– con las que pretende transmitir la emoción y el nerviosismo propios del “ahora o nunca”.
Leonardo Lumbreras
Notas de prensa:
«Aunque el despliegue de las imágenes se mueva dentro de la máxima sencillez y naturalidad, hay un halo superior que procede del conocimiento adquirido por el autor sobre arte contemporáneo. Ello se pone de manifiesto tanto en las series de aliteraciones y repeticiones de un mismo objeto, su multiplicidad, como en la atención acerca de los pormenores y, asimismo, en el alto valor que otorga a lo estrictamente insignificante.
Nada digamos ante esta exposición, donde prima, como está dicho, la máxima sencillez y naturalidad. Si así lo hicieran se perderían no pocas de las cualidades inherentes en la muestra. Un ejemplo: la capacidad de aliar lo cotidiano con lo excepcional, al punto de demostrar que pueden ser la misma cosa. Otro segundo ejemplo: la revelación de evidencias que no querríamos conocer. Y un tercer ejemplo: la constatación de que la forma de una imagen a veces no es sino el leve recuerdo de una forma».
Periódico Bilbao, diciembre de 2009, José Luis Merino
Fecha: 10 Dic - 09 Ene 2010