Koldobika Jauregi (Espacio 1)
ESCULTURA
Repetir el viaje de Teseo en el laberinto, siempre diferente, pero no para destruir el Minotauro, sino para fundirse en uno con él, como Koldobika lo mencionase en referencia a la nueva y necesaria terminología a aplicar al arte y a la fusión con la naturaleza: “Ecoestética”. Porque los nuevos tiempos también exigen la creación de términos más allá de los cambios semánticos y por la integración del mundo natural en equilibrio al nuestro así lo exige.
La obra de Koldobika Jauregi no se puede inscribir en términos referenciales oriente ni occidente. Su obra se inserta en el tiempo anterior y posterior al presente y por ello se torna presente, se diría atemporal pues en ello cuando se superan las fronteras de las corrientes estilísticas o de los encastillamientos.
Sus referencias están en la arquitectura (serie Haus) o en la vida cotidiana (serie Apfel). El autor nos propone que estemos abiertos a las formas y que seamos capaces de detenernos un instante antes de poder juzgar; pues como dice Koldobika: “La escultura, el arte, sólo es en mi una herramienta para la comprensión del universo… cuando ya no sirva prescindiré de ella”.
El término “Arte” no lo aplica como “Absoluto” sino que propone vivir y utilizar la herramienta del arte, de esta manera no lo encumbra y sí a la vida.
Existe una profunda reflexión del autor sobre lo efímero, lo relativo de lo “importante” y a la vez la búsqueda de conocimiento más allá de la propia forma física. La obra de Jauregi nos invita a participar de un conocimiento que trasciende y cuyo discurso está más allá del cuerpo (formal) y que nos concierne a todos. Su trabajo no quiere hablar de él sino de generalidades, quiere plantear cuestiones relativas a todos, sus obras nos hablan del símbolo, no del signo; su herramienta para la búsqueda es la escultura que pacientemente ha sido estudiada y diseccionada en sus papeles, para acabar mostrándonos su particular visión del tiempo. “Todo es el resultado del tiempo: espacio-materia-gravedad-etc. Y por último nosotros mismos” nos señala la definición de sus términos antes de lanzarse a la propuesta de desarrollar el discurso de sus formas, en él nos propone la metáfora del tiempo mediante la quema de los materiales y su transformación.
Su obra vuelve callada, oscura, donde los ojos se ven necesitados de “tiempo” para poder comprenderla y donde la penumbra es su mejor aliado. Koldobika Jauregi no necesita de la sorpresa fácil o de la verborrea narrativa de las modas; su obra está inscrita en el silencio, lejos de la velocidad actual enemiga de la reflexión, atemporal y tal vez por ello sea una de las obras más personales y poderosas del arte, como ya lo definiera en 1990 Eduardo Chillida al concederle la única Beca Zabalaga: “Koldobika Jauregi tiene algo que es necesario en este país, su obra es poderosa y fuerte; fuerte, rápida y constructiva”.
Martín Robinson, Nueva York.
Notas de prensa:
«La muestra inaugurada la semana pasada, reúne obras realizadas por Koldobika durante su última estancia en Düsseldorf, su lugar de residencia desde 1996 como artista invitado del Museo Insel Hombroich.
El conjunto se compone de dibujos y sobre todo, esculturas que están producidas en distintos tipos de madera, como el roble de pantano y el olmo, después pasadas por el fuego hasta adquirir el intenso color negro que define la etapa más reciente de Koldobika».
El Correo, 22 de enero de 2001, Alicia Fernández.
«Por si fuera poco, todas las maderas que consta la exposición han sido quemadas. Es decir, a la madera se le ha hecho perder —o más bien ocultar— su potente vitalidad originaria. En su lugar aparece una capa ahumada, que adquiere un carácter embalsamador.
Lo que confiere más valor a estas obras lo podemos hallar en los cortes que producen oquedades, y con ellas sensaciones de movimiento y ritmos ondulantes, así como los trazos que la gubia del escultor traduce en enriquecidas grafías sobre la piel de la madera».
El País, 29 de enero de 2001, José Luis Merino.
«El bloque es compacto, apenas se disecciona ni modifica. Trabaja con robles y fresnos quemados. Convierte a la superficie en una epidermis muy impenetrable a la luz y poco diferenciable plásticamente.
Tras el desbastado y el pulido de la superficie surgen mínimas referencias a la casa, al puño cerrado, o a objetos cotidianos como la mesa, la serpiente, o la manzana, o al cuerpo, cuestiones que connota con la ayuda de los títulos».
Deia, 05 de febrero del 2001, Xabier Saénz de Gorbea.
Fecha: 17 Ene - 10 Feb 2001