Koldobika Jauregi
Alkiza
«Que cese el ruido, que se
detenga el instante. Ni espacios
ni nada, esa es la sustancia
que nos descubre, que dibuja
tanto la punta del lapicero
en el papel como en su extremo
opuesto en el aire.»
Koldobika Jauregi. Alkiza, febrero 2005.
Notas de prensa:
«De inspiración oriental, más concretamente, Zen, Jauregi parte del estudio de la caligrafía —también en lo que como ejercicio de meditación se refiere— para, desde sus dibujos sobre madera o sobre papel, llevar ese juego de formas que se crea con el pincel vertical a sus esculturas, donde la escritura coge peso.
Es sus obras están presentes otras temáticas y modos de hacer. Basta citar, por ejemplo, las referencias al paisaje de Alkiza y la arquitectura popular, presentes en sus piezas de pared, o aquellas que son reflexiones en torno al ejercicio de la meditación».
Periódico Bilbao, marzo de 2005, Galder Requera.
Alkiza se puede ver en la galería Juan Manuel Lumbreras de Bilbao, donde el escultor Koldobika Jauregi ha reunido una treintena de piezas, como un homenaje a su localidad natal y donde vive y trabaja. En ella continúa su búsqueda espiritual a través del trabajo con materiales terrenos que inició hace algunos años, tras explorar distintos caminos artísticos.
La obra de Jauregi mezcla, de forma suave y nada chocante, las raíces del arte vasco y de la arquitectura vasca con lo oriental. “Lo que expongo es producto de una búsqueda, la de la espiritualidad. Hay muchas influencias, desde la poesía japonesa al budismo y las iglesias católicas”.
El País, 13 de marzo de 2005, Marta Nieto.
«Parece claro y palmario que la vida del escultor guipuzcoano Koldobika Jauregi está regida por tres vectores básicos. Una formidable capacidad de trabajo, una fulgurante energía y una acuciante disposición para deambular a los grandes trancos por el mundo del arte.
En la mayoría de las piezas de madera aparece una sobreabundancia de grafías de signo orientalista. Están realizadas artesanalmente como relieves. Se trata de una imitación de gestualismo. Son antagonistas de lo que en esencia es la gestualidad, el signo, es decir, el gesto espontáneo y automático de un instante expresivo, irrepetible. Hacerlo en relieve es imitar lo que fue automatismo, sin que sea verdaderamente automático.
Recuerda el artista el aviso que proclamara un enigmático maestro zen: “el arte no puede aprenderse, a menos que la flecha se dispare a sí misma”».
El País, 14 de marzo de 2005, José Luis Merino.
Fecha: 01 Mar - 02 Abr 2005