Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

21307
Array
(
    [0] => 66
    [1] => 3
    [2] => 296
    [3] => 68
)

Julia Hidalgo

Al traspasar el último arco

Durante la pasada edición de ARCO, recientemente clausurado, compartí con Julia Hidalgo una exhaustiva visita a la feria, algo que se ha convertido en una costumbre a lo largo de los últimos años. Recorrer ARCO con Julia resulta doblemente gratificante para mí, no sólo por la mutua amistad que nos une desde mediados de los 80s, sino porque además, los puntos de coincidencia en torno al arte son muy superiores a los de desunión que necesariamente deben existir entre nosotros.

Julia Hidalgo es una pintora de vasta formación artística teórico-práctica, adscrita voluntariamente dentro de una figuración de corte muy personal. A lo largo de su firme trayectoria pictórica, ha mantenido sin renuncias una iconografía inserta de lleno en sus hondas raíces cordobesas que traslada a sus lienzos sin pretensiones testimoniales.

Aunque vive en la vecindad de los artistas que han logrado notable fama dentro de los llamados realismos mágico y onírico, no ha sucumbido a la tentación de su dorado atractivo y ha preferido caminar por los surcos labrados con su propio lenguaje, plasmando una figuración que huye de los mimético y que utiliza como mero pretexto referencial para expresar todo un universo de sus estados de ánimo que trasciende del propio sujeto/objeto de sus cuadros. 

Julia está en posesión de una técnica muy depurada que perfecciona continuamente con profundos estudios de los más variados procedimiento pictóricos. Cuando en el discurrir por los vericuetos de ARCO se tropieza con una pintura que ofrece una peculiaridad técnica, se detiene largamente ante ella, la comenta, la saborea y vibra, como el restaurador que ha descubierto una nueva fragancia palatial.

Los muchos recursos técnicos asimilados que ella administra ejemplarmente en sus obras, le permiten, juntos una distribución de los espacios y un orden compositivo de innegable clasicidad, un tratamiento plástico con el que ha conseguido superar el realismo tradicional y dotar a sus pintura de un acabado neorrealista que confieren a sus temas -figuras, arquitecturas y objetos- una clara intemporalidad.

Su paso por la facultad de BB.AA de Barcelona, donde obtuvo la licenciatura, ha influido decisivamente en su devoción por el orden, el color y la materia abstracta. En este último ARco hemos co-disfrutado con unos excelsos Tapies de su mejor época de albañil, con las sorprendentes pinturas enjauladas de Brinkmann, con las póstumas maderas de Lucio Muñoz, aún no contaminadas por la sabia pátina del tiempo, con las grandiosas arpilleras de Manolo Valdés, con las evanescencias de Zóbel o con un bodegón de Bores que es todo un canto a la modernidad. 

Pareciera como si a Julia Hidalgo le traicionara en su pintura realista la pasión por la abstracción, que le ha abocado a construir un estilo en el que la figuración dialoga con el más puro informalismo, hasta fundirse en un abrazo apasionado. En ese equilibrio sincrético entre lo real  y lo abstracto, radica uno de los mejores logros de la pintura de nuestra artista: la creación de una atmósfera espacial donde el aire, presente en los cuadros, parece haberse detenido, para ceder todo el protagonismo a una luz que dramatiza los objetos. 

En una de las paradas reparadoras de la agotadora jornada ferial, me confesaba Julia ante un humeante café, que después de este último ARCO, se propone dar un giro radical a su pintura. “Quiero ser más yo, volcarme más en mis obras, transmitir más al espectador, comunicar más”, me insistía. 

Julia tal vez no haya descubierto a estas alturas, o acaso no le parece aún suficiente, que sus pinturas son pasionales y que en ellas están reflejadas sus propias vivencias. Sus encarnizadas batallas con la luz, con la materia y con el color que se descubren en todas sus obras, no son sino manifestaciones de sus propios estados de ánimo que descarga sobre sus telas, como el atleta se libera de sus tensiones sobre el tartán. 

Precisamente, en ese estado de sabio equilibrio comentado entre figuración y abstracción, está palpitando la gran personalidad de esta artista. Realismo frente a informalismo, delicadas veladuras junto a agresivos lijadas, fino cromatismo con negros intensos, excelente dibujo frente a la obsesión por desdibujar, trabajos íntimos y formatos desmesurados, en aparente contradicción, no son sino el reflejo de las permanentes experiencia vivenciales de la propia artista en  las que se armonizan la galanura exterior con la fuerza interior, la alegría innata con el dolor contenido, la seguridad aparente frente a la duda permanente, la pasión desatada junto al juicio cartesiano, el amor y el desamor, el instinto y el raciocinio, la ingenuidad y el talento, la espontaneidad junto a la reposada maduración.

Al traspasar el último ARCO, Julia se va a encontrar con un camino que ya ha recorrido otras veces, su propio camino, el que conduce a una pintura pasional en la que el arte y la vida resultan indisociables.

Al traspasar el último arco.  Texto introductorio por Juan Manuel Lumbreras

Notas de prensa:

«Pinta su arco ancho con el iris de cada reflejo, y siente el rumor del viento cargado de rituales y mitología; con filosofía senequista y sentido universal, traza aspectos del toreo y caballos en trotes centenarios, siente el bronce del martinete y huele naranjos en flor, ante una arquitectura islámica que testimonia el tiempo andalusí que avivan saberes viejos». 

El Punto de las Artes, 26 de marzo de 1999.

Fecha: 09 Mar - 10 Abr 1999

Obras