Juan Mieg
Óleos. 2005.
Un buen método de aproximación al hecho creativo y a su comprensión, sería el de observar una serie de contenidos psíquicos desde un estado de profundo silencio. Una especie de test que abordara aspectos psicológicos tales como estar…
Asombrado, tal vez maravillado, distante, pero a la vez dándose cuenta. No apegado, conocedor, armonioso, con ganas de tararear buena música, testigo de uno mismo, no erudito, relajado, vacío y lleno, luminoso y oscuro, ni lo uno ni lo otro, desidentificado, sin avidez, sin perjuicios, sin codicia del resultado a obtener, con la mano libre de expresar lo que ella quiera, etc.
La actitud mediativa, silenciosa que abre todas las puertas, va contra corriente del movimiento aparente de la vida, que es lo superficial, lo epidémico.
El arte moderno ha dilapidado una gran parte de su potencial en salvas. Mucho ruido y gestos rápidos, pugnando tantos creadores, por ser los primeros en sorprender, a fin de ocupar de ese modo su lugar en la lista de los 40 principales.
Aparentemente están demasiado próximos, por un lado, la necesidad de proyectar nuestro inconsciente en el cuadro de modo inmediato y por otro, el todo vale del gesto compulsivo del artista autómata. Automatismos como recursos repetidos, que en definitiva son una especie de rúbrica automáticamente igual a otra y la misma rúbrica.
La fuente de la creatividad reside en el inconsciente, que es lo desconocido, pero su irrupción profunda sólo se produce desde un serio proceso atemperador del yo razonador, del yo mental.
El proceso posterior es una conjunción de opuestos consciente e inconsciente. Es un trabajo alquímico, cuya práctica estaría comprendida en la máxima SOLVE ET COAGULA.
Disolver desde el inconsciente y coagular, vertebrar desde nuestra consciencia. Y eso, repetidamente.
Ello permite el lento nacimiento de algo que se da cuenta del proceso total, del movimiento de ambos opuestos en litigio.
Y así el cuadro surge lenta, despaciosamente, a veces de un modo rápido, agresivo, silencioso, armónico, vacío, lleno, de quietud en que la materia se va decantando, liviano, conformador, vertebrador o informe, pero dotado de luz propia y cuyo color no es muchas veces el color puro, sino un colorear, una aproximación ensoñadora de vibraciones extrañas.
Pero no se trata de hacer un arte mental. Se trata más bien de un proceso de emanación desde más allá de la mente, desde el centro mismo de nuestra totalidad.
La obra de arte es intemporal, pues el tiempo es una consecuencia exclusiva del proceso mental. Detrás del laberinto de la mente están los hallazgos profundos, las profundas empatías con obras y autores modernos o antiguos, que tan definitivamente nos ayudan a nuestro particular desarrollo.
Juan Mieg. Enero, 2006.
Notas de prensa:
«La obra de Juan Mieg, que ahora se presenta en la Galería Juan Manuel Lumbreras, invita a la reflexión. A través de una serie uniforme de composiciones de paleta contenida —combinada en ocasiones con puntos de vivo color— en las que está presente una cierta estética del fragmento.
Mieg invita al espectador al detenimiento, a una relación cercana a la que se exige ante un mandala. Es un recorrido por ritmos, similitudes, diferencias, tonos y saltos, recientes en una obra cercana en formas a las visiones aéreas de campos labrados, a la compartimentación del paisaje de la que solo somos conscientes desde la perspectiva que nos da un viaje de avión.
Es una obra llena, pues, de saltos, de contrastes, incluso en el grosor de la misma pintura, geografía del lienzo, que viaja desde la línea —gruesa, material— hasta la presentación de partes de lienzo desnudo».
Periódico Bilbao, febrero de 2006, Galder Reguera.
«En la muestra no hay rupturas con el trabajo de los últimos años. “En mi pintura hay una progresión muy lenta, que ahonda en la misma historia”, dice. Para Mieg cada cuadro es un autorretrato que muestra los rumos más íntimos».
El País, 14 de febrero de 2006, E.L.
Fecha: 07 Feb - 04 Mar 2006