Iñaki Zaldunbide
Breve elogio de una gran discreción
¿Qué puede decir de un pintor uno que no es, ni mucho, admirador del arte de pintar?. Que es el artista más discreto de cuantos se conocen como tales. Imagínese que les toca en suerte, por ejemplo, ser vecino de un músico. Puede ser admirable oír música, incluso la interpretada por nuestro vecino, pero ya es mala suerte vivir puerta con puerta con un violinista o, aún peor, con un alumno de primero de trompeta.
El contacto con actores resulta aún más nocivo para el sosiego anímico, dado que es proverbial que actúen tanto dentro como fuera de escena. Se reconoce al actor -sobre todo al mal actor, y si es de teatro entonces ya no cabe la menor duda- en cualquier lugar que se halle, pues le es prácticamente imposible vivir sin actuar.
El pintor carece, sin embargo, de tales manifestaciones de agresividad. Hace algún tiempo cuidaba de aparecer con aspecto de bohemios a base de exhibir ropas extrañas y una larga cabellera característica de su noble oficio, pero hete aquí que en los tiempos en que vivimos la calle es tal completo catálogo de indumentarias que cualquier exceso formal pasa enteramente desapercibido. Y como su actitud permanente es la de observar, tenemos que los pintores son tan discretos como un búho o una lechuza.
Algunos lo son, además, de manera notable. Fue durante años vecino de Iñaki Zaldunbide, mientras tuvo su estudio encima de casa. De su discreción suma puede dar una idea el hecho de que me enterase de que se había mudado (pues no le cabían los cuadros en el estudio y no estaba dispuesto a desmantelar el tejado) al cabo de bastante tiempo. Años después coincidí con él trabajando en la Universidad. Creo que llegó hace seis o siete años, y en ese tiempo no mucha gente ha conseguido enterarse de que es pintor y, menos aún, de que es un excelente pintor.
Nada de él puede parecerme más admirable, ni siquiera sus cuadros. En ocasiones he envidiado a quienes tienen capacidad de emocionarse con la pintura, y con mayor razón a quienes poseen el don de fabricar esas emociones. Pero más envidiable me parece todavía la actitud del artista que -como el verdadero sabio del que habla el Tao- no gasta energía alguna en demostrarlo.
Álvaro Gurra
Fecha: 30 Dic - 17 Ene 1998