Eduardo Gruber
Paris-Dehli
Nunca sabré cómo contar esto. Ahora pasa una gran nube negra. A través del cristal, si miro hacía arriba la veo, y si bajo la mirada, veo un coche gris alejarse muy despacio calle abajo. Y sólo un segundo más tarde, observo cómo, inmediatamente después de aquél coche, llega un motorista que se detiene ante el semáforo rojo. Ahora, pasado otro instante, decenas de coches que esperaban el cambio de luz verde, arrancan excitados, y desfilan con estrépito frente al hombre de la moto, que les mira indiferente, mientras cruzan la calle del norte a sur, y desaparecen uno tras otro entre mis botas y la repisa de la ventana. Pero, si giro un poco la cabeza hacia el este, observo, con un fondo de murmullos, a una multitud blanca confraternizando, en espera del momento exacto para iniciar su andadura. Miro mi reloj y son las once menos cinco. Intuyo que quedan tan sólo cinco minutos para que la muchedumbre se ponga en marcha calle abajo, los mismos que yo me he propuesto esperar a que suene el teléfono, antes de salir. Al volver la mirada, el motorista ha desaparecido, pero, frente a la ventana, en la Rue des Boulets, entra en escena mi vecina. La veo aproximarse por la acera con parsimonia, cargada con una abultada bolsa, de la que sobresale una “baguette”. Antes de que llegue al paso de peatones, el semáforo verde libera a una nueva riada de coches, que con estrépito cruza la Rue du Faubourg Saint Antoine, y desaparecen uno tras otro por la repisa de la ventana. De pie, frente al cristal, observo las primeras gotas de lluvia, y al mirar hacia arriba contemplo sobre el cielo gris dos nubarrones errantes. Mi vecina, que no ha avanzado mucho, está ahora buscando algo en la bolsa, parada a la altura de mi coche añil, que está aparcado junto al semáforo. Casi sin transición, mis ojos recuerdan a la muchedumbre que había dejado apiñada en la plaza de Nation, esperando el instante exacto para marchar. Todo parece normal, pero una cosa llama mi atención, y casi sin quererlo, mi mirada se clava en un único y hermoso punto azul que destaca en el centro de la multitud y que el azar ha traído frente a mí. Sumido en mis pensamientos, sigo con la mirada a mi vecina hasta que desaparece en la panadería, y no tengo que aguardar mucho para volver a verla salir. ¡Amarillo!, grito antes de que abra el paraguas amarillo y se dirija, ahora con más premura, hacia el portal. De nuevo vuelvo la mirada al reloj: faltan sólo dos minutos para las once. Miro a la derecha, y localizo a la muchacha azul detrás de la cabeza de la manifestación, que está dispuesta a partir. Miro al frente, y mi vecina cruza solitaria la calle, mientras otra riada de coches espera excitada al cambio de color rojo-verde. Miro hacia arriba, y los dos nubarrones errantes, se han hecho uno, negro. Cojo mi abrigo granate, y salgo a la escalera, en el momento que sube el ascensor, e imagino en él a mi vecina. Algunas veces, como ha ocurrido ahora, un pequeño detalle, lo que llamamos “una curiosa coincidencia”, puede cambiar el destino; justo en el preciso instante de abrir la puerta del ascensor y cruzarme con ella, oigo sonar el teléfono, y vuelvo a entrar precipitadamente en el piso, y mientras hablo frente al ventanal, veo a través de los cristales que todo está dispuesto y sin embargo, no ocurre nada. Son las once en punto, cuelgo, y con mi mano aún apoyada en el teléfono, observo a las enfermeras ponerse en marcha entre pancartas y gritos, y como una visión anticipada de lo que va a ocurrir, busco con la mirada al nubarrón errante negro, justo en el instante en que descarga sobre el escenario una colosal tromba de agua. […]
Eduardo Gruber (Fragmento de: “¡AMARILLO!, cuentos y performances”)
Notas de prensa:
«Dentro de un sistemático universo ortogonal, las formas de los fondos aparecen desenfocadas, tal sí fueran vistas a través de un empañado cristal. Sobre esos fondos se insertan livianos, cuadrados y rectángulos, trazados con contundencia neta. Se busca con ello el contraste de los desenfocados y lo neto, al tiempo que se crea una trama de planos superpuestos».
El País, 20 de junio de 2005, José Luis Merino
Fecha: 31 May - 25 Jun 2005