Marcelo Fuentes y Rosa Artero
Flores
[…] Los pintores, como los poetas, han sido desde los orígenes mismos de la pintura moderna, es decir, desde el Giotto, sensibles a las flores y han buscado su proximidad de la mano del arcángel anunciador o en la pradera donde tiene lugar un encuentro pagano de ninfas y de dioses.
Marcelo Fuentes y Rosa Artero han pintado todos estos cuadros. Han hecho su propio jardín, han llenado su casa de flores, y la nuestra, y la casa común de la pintura. Sólo flores. Son pinturas bellísimas, todas, unas por unas razones, otras por otras. Es muy difícil elegir “un cuadro preferido” entre tantos, porque como las flores también, que no se dejan elegir fácilmente, cada uno tiene su propio misterio, su encanto, su delicia. Y es buenísima idea darlos juntos aquí, mezclados, como flores también de un ramillete común, sin “tuyo” ni “mío”, que decía don Quijote en el maravilloso discurso de la edad dorada o florida. […]
Marcelo Fuentes y Rosa Artero han pintado muchas rosas porque “la rosa no cansa”, pero han pintado algunas otras también (crisantemos sobre todo, blancos, amarillos, tan japoneses), porque miradas de cerca, no cansa ninguna. No hay niño que no sea bellísimo ni ninguno podría sernos ajeno (y qué feo el reñir de los adultos delante de los niños o las flores), y lo mismo nos sucede con esta, y si no, volvamos la mirada a los maestros: Fantin-Latour (el Chardin de las flores) o Morandi (el Fantin-Latour de la modernidad) seguramente son los primeros que se habrán encontrado Rosa y Marcelo… Cuando un pintor se pone delante de unas flores, desparece casi toda la historia de la pintura, como si las propias flores les llevaran de la mano adonde ellas quieren (y qué bellas son a veces las pinturas de los niños, mal llamadas naïf, cuando pintan esas grandes margaritas que son soles con pétalos). También nuestros amigos han elegido sus flores. Cada pintor tiene las suyas preferidas: las de Monticelli eran flores bravías y sin nombre que parecen crecer en los barbechos, de vida abrupta y corta (y de ahí que parezca él querer pintarlas siempre en un arrebato, antes de que se marchiten definitivamente); Chardin y sus botones de azahar; Van Gogh, los lirios y los girasoles, y pensando en Japón, cerezos y ciruelo en flor; Odilon Redon las anémonas y dalias que parecen de otro mundo, submarinas; Gaya las rosas, las anémonas y jazmines; Monet, sus nenúfares; Velázquez, en un búcaro de cristal, esas mínimas, delicadísimas, confidentes flores de la infanta Margarita, margaritas, rosas, lirio, casi aire, como todo lo suyo… Hasta Solana se atrevió con unos gladiolos, si no me falla la memoria, que es flor imposible de bodas y cementerios. […]
DE LAS FLORES (Fragmento). Andrés Trapiello. Febrero, 2017.
Fecha: 27 Sept - 27 Oct 2017