Jorge Gay
Desayuno con piedras
Desayuno con piedras. Texto de Jorge Gay, Zaragoza, octubre de 2006
Si tuviera que escribir sobre lo que amo hablaría de ti y de aquellos que salvan a diario el flotar trémulo del gesto que emociona.
Emocionar no es fácil. Es un oficio que no tiene pauta; que despierta en las sombras de esquinas impensables y por instantes ilumina los jardines sangrientos, por eso, en tal momento, cruje la curva de las arterias como el lamento de una madre, la piel se encoge y un soplo hirviente queda suspendido en el balbucear de los labios.
Los que amo son seres que rescatan la emoción. Seres de hierro y baño empeñados en mantener viva la brasa ya velada de una hoguera que parece hacer tiempo que no alumbra y ni siquiera templa el espantado enjambre de nuestros deseos y sin embargo, creo, resiste el envite de las aguas sombrías y el octubre de los vientos, señalando con su penúltimo jadeo luminoso que sólo allí, que ése de allí es el lugar donde yacen, viven y siguen naciendo los poetas. Espías con espinas en la sangre.
De hierro y barro son los poetas que amo. Pero no voy a engañar, no me quiero engañar: yo no sé dónde se encuentra ni el gálibo ni el fuego, o ese resto de ascua luminosa de la que os hablo. Yo no sé dónde está, pero sé mi tarea: buscarlo. Elegí hacerlo con el antiquísimo y noble oficio de pintar. Soy pintor y lo soy porque su gesto me acerca a los poetas.
Pintar e imaginar desborda los márgenes, rebosa los lindes de la norma y los preceptos establecidos. Pensar, pintar e imaginar y hacer de esto un signo, un gesto que se haga presencia, no es ni lo habitual ni lo normal ni mucho menos lo corriente. Imaginar es la inquietante capacidad que descubre las relaciones ocultas entre las cosas y exige de un esfuerzo, de un algo más, de una inteligencia sutil que sepa llevarnos al límite y aun así nos permita a la vez seguir creyendo en la realidad; requiere de un ahínco que lleve prendado el conocimiento, no para transportarlo más allá y hacerlo más trascendente, no; para empeñarse en traerlo más acá y hacerlo más amplio, más vasto, más extenso. Revelar el misterio con el poema de la carne, no de la fe, para hacernos hoy más sabios, más esponjosos, más libres. Rehacer la forma, renovarla, distinguirla en la noche acuchillada de falsas luminarias para poderla nombrar y hacerla creíble, para hacernos creíbles a la nueva mirada de los hombres, a su helado corazón en flor. Todo eso es pintar.
La pintura no es equivalente a la imagen; la imagen queda para los anuncios y eso es así porque el gesto trazado en el lienzo, desde que lo comienzas hasta que lo acabas, aceptando en él el caprichoso devenir del trayecto, eso no es una imagen, es la vida real trasladada a la tela, esa que te constata dramáticamente lo humilde, fragmentado y fútil de nuestra existencia, sólo salvada acaso y liberada por cuanto fuimos capaces de acariciar amando; plenamente consciente de que el viaje en el que embarcas navega poco a poco, indiferente a un lugar sinónimo de la palabra nada.
Fecha: 30 Nov - 30 Dic 2006