Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Antón Hurtado

Pinturas

Una profunda inquietud y una respuesta vital y enérgica están en la raíz desencadenante de las formas expresionistas históricas. Si los primeros expresionistas alemanes premonizan la primera gran guerra a través del malestar que muestran sus pinturas, estas premoniciones cumplidas serán el motor plástico de los artistas de los años veinte. Sus pinturas potentes, “brutales”, van a suponer un ruptura excesiva con lo previo a lo dominante, un redescubrimiento de lo primitivo en el arte puesto de manifiesto mediante iconografías simbólicas, presencias dominantes, totémicas, y un redescubrimiento de los fulgores lumínicos de el Greco que hacen transitar a la obra de arte por el difícil terreno de la realidad huida y de la irrealidad más verdadera. Un ritmo febril relaciona formas y conceptos. 

Han de pasar muchas cosas en la historia del arte más reciente  para que surjan unos neoexpresionismo recuperadores de esta larga e intensa tradición y no es la menor, en Alemania (geografía plástica transitada por Antón Hurtado), una potenciación de los elementos emocionales situados en relación a veces difusa con los referentes formales. La realidad cercana activa y marca una pintura a medio camino entre la invención y la realidad, una pintura que se desenvuelve en el permanente juego de límites delicados entre la dura realidad y lo sublime. 

La acción de pintar, action painting, va estar dominada sólo aparentemente por el gesto, por el trazo compulsivo y dinámico, pero va a estar embridada por una intención plástica expresa e íntimamente ligada a la biografía del artista (Harold Rosenberg). El artista quiere buscarse a sí mismo en la pintura, en el territorio de conocimiento que es la pintura y por ello convocará en el cuadro todos los elementos simbólicos precisos para ese objetivo: cíclopes, totems, columnas, hitos, elementos claves, iconos destacados dominadores de la estructura compositiva, a cuyas formas y presencia otorga toda la energía expresiva y sígnica. El significado del cuadro reside en sí mismo, los autorreferentes contenidos en la propia dominarán y marcarán el carácter de la misma. 

En este territorio se mueve la obra última de Antón Hurtado, sin embargo las fuentes de su neoexpreismo más que en una relectura del arte internacional reciente están en su propia obra anterior. El cuadro ahora como centro único de experimentación pictórica surge del diálogo de todo un recorrido plástico, de toda una trayectoria morosamente recorrida y completada, surge del diálogo de la nueva figuración con el informalismo, con los procedimientos gestuales y con un exigente sentido ético del arte. Un gestualismo introducido por necesidad expresiva y sometido a un elaborado proceso de contención y racionalización para “embridarlo y someterlo a las pulsiones, reflexiones y necesidades expresivas del autor”. Es, en definitiva, una pintura que lleva detrás una larga historia, su propia tradición, profundamente asumida por A.H. Él pinta para aprender, para buscar, para conocer, rehuyendo los logros alcanzados, los caminos dominados. Y para “saber” recurre a un grafismo enérgico, monumental a veces, sin concesiones al sentimentalismo cromático o iconográfico. Por eso su expresionismo tiene una impregnación simbólica, aunque para él no sea consciente muchas veces.Sin recurrir con generalidad a los recursos icónicos o totémicos propios de Baselitz o Lüpertz, los utilizará para requerirles a interrogarse acerca de su potencia expresiva pero los acompañará de una caligrafía gestual más delicada y acudirá a recursos como incisiones a pincel, a modo de caligrafía cuneiforme, que propician lecturas simbólicas de la obra. 
En los paisajes desolados de inquietante belleza establece Kiefer su propuesta artística, logrando una íntima relación entre lo sórdido y lo sublime.  Un camino propio, ni Lüpertz ni Kiefer a pesar de su cercanía, es el de Antón Hurtado, en quien se aprecia una pérdida gradual en sus imágenes de toda referencia real, en un afán por quedarse solo frente a la pintura, frente al exclusivo hecho de pintar, como si el artista quisiera transferir a la pintura y su acción los símbolos, los signos, de las regiones más profundas del inconsciente. Pero su acción plástica no es una action painting puramente mecánica, es, como hemos dicho, resultado de larga meditación, de tentativas mentales, después ejecutada de una modo potente, resolutivo y sensible, y siempre introduciendo claves reconocibles para el observador. Claves inscritas frecuentemente en el corpus de su obra interior.

Extracto del texto introductorio de Iñaki Legarreta

Notas de prensa:

Intuir la realidad. Al fondo. Sobre la línea del horizonte sólido que nos remite al plano, al fraccionamiento de una posible verdad recordada con pasión. Hurtado recompone con su paleta un cierto e impreciso paisaje entrañablemente diseñado a modo de secuencias sentidas, cercanas a la memoria; fiel a la domesticidad lugareña, muy nuestra, en su forma panorámica. 

Y en esa labor, de memoria —es así la fórmula—, busca también resolver cuestiones menos representativas de la realidad; o sea, lograr separar aquellas necesidades representadoras —imposibles de eludir por él— con el ejercicio siempre intelectual de la creación. Tiempo de libertad y de profunda reflexión. 

Al final, al buscar resultados, la obra de Hurtado es sencillamente importante. Apasionado por el gesto, no olvida jamás la necesidad de, planteados sobre la marcha, resolver los problemas espaciales de forma muy estudiada. En definitiva, la obra que hoy nos muestra el artista vasco es interesante no solo estéticamente, que lo es, sino desde el terreno teórico, del pensamiento. 

El Mundo, diciembre de 1997, Javier Urquijo.

Fecha: 04 Dic - 27 Dic 1997

Obras