Fernando & Vicente Roscubas
Voy a ser feliz
«Roscubas es una firma singular. No ya como todas y cada una –pues todas y cada una anhelan la afirmación de su singularidad–, no. Lo es porque, a veces, las menos, se desdobla en dos hemisferios que responden a sendos heterónimos: Fernando, con indumentaria de colores sobrios, expansivo, vitalista y hasta imprevisible, y Vicente, de atuendo colorista, contenido y metódico, al que se hace responsable de los impecables acabados. En otras ocasiones, las más, Roscubas aparece como un ente polimorfo en el que sus partes se hallan fusionadas indistintamente en una “compañía de arte y ensayo” –así se autodenominaba en cierta ocasión– o, a lo sumo, se atisba que dispone “de dos cerebros” –como en otro momento apuntó un crítico que lo vio de cerca– de este modo, atesora en sí una fértil complementariedad y una frescura capaz de situarle fuera de toda moda. Y que convierte el humor en uno de los principales rasgos de sus pinturas y esculturas, bien sea desde una raíz surreal, o desde los juegos de palabras, o desde el empleo de una provocadora ironía, o bien adentrándose en el absurdo y la corrosión. O, con mayor frecuencia, desde un empleo simultáneo de estos recursos. En todos los casos, manteniendo un combate contra la sedimentación del espíritu.
Para conocerle un poco más se puede añadir que es un ludita. O sea, un seguidor de aquella doctrina, el ludismo, que propugnaba concebir el trabajo como juego. Roscubas sería un hombre de bien en la Armonía ideada por Fourier, donde las tendencias naturales encontrarían una perfecta correspondencia con las necesidades de la comunidad mediante un híbrido entre trabajo y juego que resultase productivo para la sociedad y gratificador para el individuo.
Fue el historiador Johan Huizinga quien poco antes de la IIª Guerra Mundial aplicó la designación de homo ludens a la especie humana. Con anterioridad, a una primera denominación como homo sapiens había sucedido la de homo faber cuando tras el arrebatado optimismo de la ilustración dieciochesca se constataba la perennidad de algunas zonas oscuras. La del historiador holandés, y sin olvidar que también hay animales que juegan como también los hay merecedores del calificativo faber, encuentra su sentido no sólo por “el lugar que al juego corresponda entre las demás manifestaciones de la cultura, sino en qué grado la cultura misma ofrece un carácter de juego”. Pese a que este historiador entienda que la producción de las artes plásticas transcurre “fuera de la esfera del juego social organizado” y contemple las artes plásticas casi exclusivamente como “adorno”, la mayor parte de los rasgos por él señalados como definitorios del juego definen la actitud de Roscubas.
Si el juego se ve libre de la necesidad inmediata de la conservación y confiere sentido a la ocupación vital, para Roscubas el arte no es un medio de ganarse la vida “sino de vivir la vida” y que le lleve a aseverar “hacer lo que quieres compensa” (Fernando). Si todas las ocupaciones primordiales de la convivencia humana, el lenguaje por caso –tras cada expresión de algo abstracto, una metáfora–, se hallan impregnadas de juego, sólo tenemos que recordar las plurisemias de cada obra de Roscubas, multiplicadas aun por sus títulos (Café para todos, La dulce alianza,…). Si todo juego requiere de alguna dosis de misterio y sabemos que aumenta su encanto para los niños cuando hacen de él un secreto, Roscubas, tras un periodo de ocultación, reaparece en público con obras que atribuirá a uno o a otro de sus heterónimos, o con trabajos atribuidos a uno de ellos, pero rubricados por el otro. […]»
José Ángel Artexte. Texto catálogo Galería Altxerri. (Fragmento).
Notas de prensa:
«Una cosa está clara: los dos hermanos están en sintonía. O mejor dicho, por ambas imaginaciones corre la misma vena genial y enloquecida que hace que su obra sea un puro parque de atracciones, una montaña rusa de emociones en la que podemos embarcar en la galería Juan Manuel Lumbreras».
Deia, 30 de enero de 2003, Jon Mujika
«La muestra presentada por los hermanos Roscubas está, según propia confesión, pensada y construida especialmente para el espacio en que se expone. Ambos llevan dos años dando forma a esta muestra que compone un catálogo de su obra y de su andadura artística.
Voy a ser feliz, define a la perfección el trabajo de los Roscubas, caracterizado por una gran variedad y experimentación».
El País, 30 de enero de 2003, M.N.
«La exposición es variada como el aire de una cometa. Conviven lo lúdico y lo profundo. Se dan cita estilos de diferente factura. Prima la gama diversa de materiales. El recorrido por lo tres espacios —dos en la primera planta y uno en la baja—, crea una atmósfera proclive a la perplejidad, el encantamiento y la sorpresa».
El País, 3 de febrero de 2003, José Luis Merino.
«Una obra hecha de manera coral capaz de integrar lo más diverso y distinto, lo manual y lo industrial, lo pictórico y lo escultórico, referentes al presente y al pasado. Muchas miradas y no pocos vericuetos conforman un camino voluble y proteico. Después a plegarse y extenderse mil veces, puede partir tanto de lo aprendido como aplicarse a señalar lo por descubrir.
Auténtico bricolaje de efectos y zapping continuo de procedimientos y materiales. Fernando y Vicente Roscubas son ingeniosos, ocurrente y creativos. Tienen esa rara virtud de implicar al espectador, tanto se le interroga y zahiere, como se le autocomplace y estimula.
El despliegue de motivos que les afectan a los hermanos Roscubas es tan amplio como las cosas que interesan a las personas a lo largo de su deambular cotidiano. Son temas que excitan la percepción y agitan la conciencia».
Deia, febrero de 2003, Xabier Sáenz de Gorbea.
Fecha: 29 Ene - 22 Feb 2003