Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Teresa Ahedo

Pintura

Del difícil ejercicio

de la pintura.

Una celebración.

Carmelo Camacho

No imagináis cómo agradezco, ahora, la posibilidad que me presta Teresa Ahedo de entrar en el abultado mundo de los textos. El mundo tan viejo. Confieso que no conozco muy bien el arte de poner nombre a las cosas. Si la vida es ejercicio, valga también éste para configurar lo que durante mucho tiempo siento. Conozco desde hace algunos años a Teresa, cotidiana practicante de pintura. Coincidimos en Amasté para proveernos de materiales de trabajo; allí se cruzan ocasionalmente nuestras obras y nos deseamos ánimo, herramienta fundamental para el que crea, para el que duda. Contemplo de antemano que quizá nuestro paso quede tan sólo en eso, provisión de materiales e intercambio de ánimos. Tiene muy cerca el estudio. En una ocasión, entusiasta de lo nuevo, me llamó para celebrar conmigo un cuadro de la última muestra que hice en Bilkin. Lo recuerdo bien. Esos expresivos saludos son muy útiles para el momento de uno. El entusiasmo es la medicina ideal para el artista enfermo. Aprecio la pintura de quien durante años fue expresionista en sus paisajes, de quien necesitó del color como del aire. Como es sabido y enunciado por J. Pollock a Selman Rodman en 1956. “El pintar es el descubrimiento del propio yo. Todo buen pintor pinta lo que es”. Entiendo la transformación al propio yo de Teresa. Sus expresivas mujeres, concienciadas en la práctica de la vida y el dolor, de labios encarnados y ojos negros, en la memoria acuosos. Ahora son testigos que gritan desde la voz atemperada de un lienzo gigante ¡Ningún maltrato!, “Todo grito de dolor será castigado en justicia… y perdonado en amor”. Esto, lo que tiene de visceral, es lo que hace a mis ojos atractiva la obra de Teresa Ahedo. ¡Cuidado!, también la futura. Algunos pintores precisamos la búsqueda para dar sentido final a nuestra obra. La búsqueda. Quedaron como prueba un buen número de paisajes, bodegones, retratos, cuadros figurativos, representaciones a la par del momento, de la soledad, de la ternura. Algunas damas de blanco, las cuevas de Carranza, el inagotable e inconcluso ejercicio de crucifixiones con los que Teresa dice plasmar el dolor. Se ha escrito de mí, que cabalgo a lomo de algunos libros, que la literatura es mi inseparable compañera. Es cierto y lo es que se me para el tiempo con algunos poemas de Teresa. Algunos fragmentos…

«Anida tu pelo negro

en el mío cabello blanco

tus manos níveas moran

en el glacial de mis manos»

«Cuenta a los niños; Canta a los viejos»

«No me queda pradera, que acoja mi rojo»

o este magnífico, me parece, poema entero:

«Encuentra roca la gaviota, en mis pechos secos

el viento ofrece nido a esta noche de plenilunio

reposa el mar en mis ojos.

Las olas vacían en mis párpados

-besando en silencio- tanto dolor de cristal»

Y así, hasta la desnudez, un centenar y medio. Me pregunto, ¿en qué pared de museo, en qué casa colgarán las obras de esta artista sin que rebosen estas palabras, qué cualidad estética conseguiremos sin esta apreciada compañía? «Los demonios juegan a veces a la pelota con nuestra alma», presentía o soñaba Santa Teresa. Pero el cúmulo de interpretaciones, la suma de circunstancias no debe parar la actitud del artista: lo nuestro es la rabiosa necesidad de pintar todos los días y creceremos en esa aplicación exuberante, en el corregir de extravíos, en el soltar lastre, con nuestros homenajes y nuestras crucifixiones. Las manos son también lugar para el recuerdo y su materialidad. En los pinceles tantas cosas, tantas personas, y quizá lo que creo más bello de este oficio y a lo que nunca debemos renunciar: la herramienta. Abrir cada vez más los márgenes de la belleza o su contrario…

…. Con la belleza

con la belleza delante de mí

con la belleza detrás

con la belleza debajo

con la belleza encima

con la belleza a todo mi alrededor

se llega al final con belleza

se llega al final con belleza

(poema navajo)

Tan necesaria. Tan necesario. Para, tan solo, conseguir al final el «Alto jornal» de Claudio Rodríguez:

«Dichoso aquel que un día sale humilde

y se va por la calle, como tantos

días más de su vida, y no lo espera

y, de pronto, ¿qué es esto? mira a lo alto

y ve, pone el oído al mundo y oye,

anda, y siente subirle entre los pasos

el amor a la tierra, y sigue, y abre

su taller verdadero, y en sus manos

brilla limpio su oficio, y nos lo entrega

de corazón porque ama, y va al trabajo.

Temblando como un niño que comulga

más sin caber en el pellejo, y cuando

se ha dado cuenta al fin de lo sencillo

que ha sido todo, ya el jornal ganado,

vuelve a su casa alegre y siente que alguien

empuña su aldabón y no es en vano.»

En efecto, uno no deja de esperar que suene algo. Ocurre que, puede que para entonces esté el estudio abarrotado. De tanto contemplar qué pasa fuera. Venga en nuestro socorro Madame Bourgeois: «Una mujer no tiene lugar como artista hasta que prueba una y otra vez que no será eliminada». Me gustaría ampliar esa posición al terreno del hombre y el artista se convertirá en «El esclavo libre de la vida moderna» (Kepa Murua). Cómo disfruto viendo la incombustible obra de la Bourgeois en mis visitas a ferias. La que fue una mujer trabajando en territorio masculino con artistas machos a derecha e izquierda del afamado director. Es encomiable. Y la historia responsable. Es Louise, trabajadora de estudio abarrotado. De grito perdurable. ¡Ningún maltrato!, Teresa le acompaña desde su parcela: todo grito de dolor será castigado en justicia y perdonado en amor. Reclamo una mirada nueva para estas sonrisas fértiles de Teresa, cuadros que ordenan la vida de su autora y la aúpan al terreno de lo que és. «Todo buen pintor pinta lo que és». Sería bueno que la austeridad de su color, su ejercicio de respeto a la idea coincidiera con el paseante que no busca pintura buena, ni que preconcebidamente crea que toda pintura es mala, sino todo lo contrario: que vea en esta muestra una pintura verdadera, de las que se iniciaron cuando supimos que el mundo era mundo y después del banquete quedaba en su lugar, silente, testigo, puesta. Trasnochada la algarabía, cribada la sorpresa y su evolución, es el destino final de toda obra. Porque la conozco abrazo la actitud que mueve a Teresa, espectador incansable le doy la enhorabuena esta contemporaneidad donde apenas nadie sobra, que llora tantas ausencias y donde, a ratos, se practica, para mi gusto, demasiado el brillo joven y el buen acabado. Es un buen lugar el de la pintura para coincidir, ahora quisiera dar descanso a este texto con lo que también compartimos un fragmento de poema “A la izquierda” de Mario Benedetti:

“No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes

pero el Jardín Botánico es un parque dormido

en el que uno puede sentirse árbol o prójimo

siempre y cuando se cumpla un requisito previo

que la ciudad exista tranquilamente lejos”

Algo así creí percibir en tu pequeño estudio de la calle Ajuriaguerra. “Ahora que me despido, pero me quedo”, que diría Joaquín Sabina. Un beso.

Carmelo Camacho, texto del catálogo de la exposición.

Notas de prensa:

«Una colección de obras donde Ahedo muestra su acercamiento al universo personal y profesional. Expresa la defensa de sus inquietudes a trazos y golpes de color, reflejando un mundo de personajes y rostros que nos miran en primer plano y transmiten una visión ambigua y misteriosa. 

Esta pintora ha participado a lo largo de su trayectoria en todo tipo de exposiciones, tanto esporádicas como permanentes, ha pintado para Karrantza, el pueblo que la vio nacer, pero sobre todo para las mujeres, reivindicando sus derechos y dibujando seres pletóricos y capaces de dar vida». 

La Revista, mayo de 2008, Ainhoa Lores.

«¡Ningún maltrato! Todo grito de dolor será castigado en justicia… y perdonado en amor«. Es el título enorme de un gigantesco óleo sobre lienzo (5 por 2,05 metros) que la pintora Teresa Ahedo dedica sin ambages al mundo de la mujer, de muchas mujeres, asaltado, saqueado y roto por actos violentos del macho que se cree con derecho a disponer de la vida, incluso hasta la muerte, de su pareja.

La artista vasca, seguidora muy particular de la gran corriente expresionista que recorre el siglo XX, arraigada sobre todo en la Escuela de París con el Chagall más maduro, Picasso y otros, exhibe este singular cuadro dentro de la exposición monográfica que le dedica la galería Juan Manuel Lumbreras, de Bilbao (Henao, 3), hasta el 21 de junio.

La terrible sucesión de actos criminales contra las mujeres tiene, sin embargo en esta obra un reflejo intenso pero sutil, por momentos emocionante, referido seguramente al desgarro emocional irreparable que se produce con los actos violentos.

La pintora muestra además una serie de cuadros de formato menor recorridos por una sentida visión sobre la grandeza de la condición femenina, desde que la mujer es niña y está en los brazos de su madre.

El Correo. M. Bilbao. Mayo 2008.

Fecha: 27 May - 21 Jun 2008

Obras

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