Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Luis Candaudap

Ma jolie. Pinturas 2003-2005

Carlos Alcolea, Braque (serie de los peces), Miguel Ángel Campano (serie La Grapa), Anthony Caro (en su fase picasiana), George Condo (el de los ochenta), El Greco (todo), Luis Gordillo (casi todo), Goya (todo), Mathías Grünewald, Alfonso Gortázar (preferentemente el de los ochenta), Howard Hodgking, Alex Katz, Per Kirkeby (preferentemente el romántico, el de los ochenta), Simone Martini, Motherwell (el elegíaco), Malcolm Morley, Picasso (todito, todo), Sigmar Polke (en cuya exposición “Laterna Magica”, Candaudap y yo nos conocimos), Gerard Richter, José Ribera (todo), James Rosenquist, Frank Stella, Luis Maria Ucelay (el de los recortes), Tiziano, Luc Tuymans (el de los noventa), Alfonso Valdés Leal (“naturalezas muertas”), Velázquez (todito, todo), Zurbarán (campo de color).

Después de pintar iconos a finales de los ochenta como José Antonio Primo de Rivera, Mao, Franco y, todavía en 1992, Pedro Piqueras; la luz polaca, la luz mediterránea y la luz bilbaína estructuran los cuadros de Luis Candaudap desde 1990 hasta ahora.

Cuadros ahora más pintados, más meditados, más difíciles, con más tiempo de espera, de contemplación; frente a la etapa anterior de cuadros inmediatos, de acción, más de cow-boy. En el pasado con acrílico y últimamente con óleo, de uno en uno, no en series, a presión, con mucha rabia acumulada, producto de aquella generación “punk”, híbrida, después hizo cine en Super 8 a la vez que pinturas.

Pintura cada vez menos colorística, hecha con sudor, con afecto, con mucho “barroco” (repásese la lista precedente), con mucha mierda, “metáfora de la degradación, de la vileza de la que también está hecha la vida, la Historia”, con extrema delicadeza, con infinitos matices. En ocasiones con mucho “duende”, con la necesaria intensidad en el proceso artístico y que piden al espectador, frente a la visión distraída contemporánea, atención y tiempo.

Fijémonos en los títulos de algunos de sus cuadros: Tilce, Herriak ez du barkatuko, Falsiots, Politonos, Santes Creus, Gamínedes II, Cabeza en la niebla (avance sobre la línea del Ebro II), Cabeza con peces, Ictus, Saturno, Paisaje para un San Jerónimo, Mateo 6.6, Apolo, Hera y Gregoria. Títulos que en muchas ocasiones nos evocan, en otras nos provocan, dicen y se desdicen, dan pistas y nos despistan, pero que siempre nos estimulan.

No habría que olvidar, o al menos así me lo parece, que la trayectoria de Candaudap constituye el desarrollo de la conciencia de todo el pasado. Como dice T. S. Eliot en “La tradición y el talento individual”: “El progreso de un artista constituye un ininterrumpido sacrificio personal, una constante extinción de la personalidad, si bien, desde luego, sólo quienes cuenten con personalidad y emociones sabrán lo que significa querer escapar de ellas”. En esta despersonalización ininterrumpida, en un cierto distanciamiento entre la personalidad y el producto, en el proceso de extrañamiento, puede decirse que el arte sea poesía o pintura, alcanza la condición de ciencia, es intelectualmente importante, y éste es el caso de la pintura de Candaudap.

Cuadros que no necesariamente están “bien” pintados –para eso ya estaba Federico de Madrazo–, sino cuadros pintados, con ideas visuales, oscuros y luminosos, con el oficio y la técnica adquiridos, autónomos, formando nuevas combinaciones, puede que hasta con alguna intencionada torpeza, prácticos y aproximativos, positivamente inmaduros hasta fracasados, como es la propia existencia, como es también la propia poesía o algunos poemas, sin embargo, imprescindibles y necesarios.

Por eso mañana y no sólo por eso, el pintor volverá al taller a pintar un próximo cuadro, no porque tenga “más que decir”, sino más bien por utilizar libremente un medio más finamente perfeccionado –“uno vuelve al cuadro porque no encuentra nada mejor en la vida o, ¿es que a alguien le interesa la realidad?”– y nosotros estaremos expectantes, como hasta ahora nos ha ocurrido, a la siempre tensa y deslumbrante pintura de Luis Candaudap.

José Ángel Sanz Esquide. Barcelona, 22/03/2005. ¿Pintura o muerte?

Notas de prensa:

«La última exposición del pintor Luis Candaudap, que presenta en la galería Juan Manuel Lumbreras, se trata de una serie de lienzos en los que el artista deja de lado su modo habitual de trabajo para aventurarse en la experimentación con un material, el óleo, con el que reconoce que tiene una relación problemática. 

Se trata de una pintura de corte espontáneo en la que se pueden rastrear los movimientos —bucles, giros, piruetas, vaivenes— propios de una obra nacida de la dialéctica del creador, con una obra que no atiende a imágenes prefijadas. 

Los cuadros de Candaudap aparece enhebrados, unidos entre sí, a través de un juego de trasvase de retazos de unos a otro, realizado con cinta de carrocero trabajado en un lienzo y trasplantada después a otro». 

Periódico Bilbao, 5 de mayo de 2005, Galder Reguera.

«La exposición, en la Galería Juan Manuel Lumbreras, muestra su labor de los últimos dos años, una exploración de las posibilidades del óleo tras una larga experiencia con los acrílicos. “Ha sido un reto porque aquí has escalas nuevas, otro gesto, una manera nueva de mover la mano, diferentes ritmos, en suma, implica otro modo de hacer”

El equilibrio de la obra se nutre de un juego de pesos y volúmenes, de la pervivencia y ocultación de formas según el dictado del ánimo. A ese respecto, el tratamiento del pigmento es importante porque no se rinde a las calideces. “Para mí el color es tumulto, confusión, grosor, yo lo entiendo y ordeno, establezco perímetros para esa mancha”». 

El Correo, 11 de mayo de 2005, Gerardo Elorriaga.

«La última pintura de Luis Candaudap tiene severidad estructural, rigor extremo, ascetismo cromático, barroquismo formal, conciencia escénica y conocimiento profundo. Se introduce dentro, pregunta y emerge al exterior. 

Puede observarse cómo el artista representa a los Putti renacentistas, angelotes y amorcillos desnudos, y los enfrenta a demacradas calaveras, transformando un tema amable en una vanitas barroca, donde la naturaleza humana se enfrenta al agónico destino del paso del tiempo.

Candaudap es un gran pintor, uno de los más importantes. Artista auténtico que logra bucear en sí mismo y consigue relacionarse con los más singulares autores de la historia del arte. Imprescindible». 

Deia, 14 de mayo de 2005, Xabier Sáenz de Gorbea.

«Pintura de ocultaciones y de formas flotantes en expansión e implosión, convulsas siempre. Luces deformantes, gusto por la cueva y lo subterráneo. Percibimos la penetrabilidad de unas zonas pictóricas con otras, por todo lo cual surgen las agresiones, invasiones, los asaltas y avasallamientos permanentes. 

Lo que hace memorable esta exposición es la demostración de que aquello que a priori nos parece feo tenga derecho a vivir en cada cuadro, como convencionalmente admitimos que lo bello siempre tiene un puesto reservado en cada obra de creación».

El País, 24 de mayo de 2005, José Luis Merino.

Fecha: 03 May - 28 May 2005

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