Galería de Arte Juan Manuel Lumbreras

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Esteve Adam

Mundos abandonados, pintura recuperada

Ha dejado dicho un filósofo del arte de este siglo que tenemos una experiencia estética cuando una obra de arte nos transforma. Y no cabe la menor duda de que tal modificación afecta tanto a nuestro modo de ver las cosas como a nuestro comportamiento. Pues bien, Pepe Esteve es uno de esos raros artistas cuya pintura provoca un fino, aunque no por ello menos profundo, impacto en nuestra manera de ver las cosas. ¿Había ese vacío infinito, ese silencio desconocido, en ese campo, en esa agua, en esa vieja construcción? ¿Qué ha pasado? Lo siguiente: esto tan naturalmente familiar se nos ha revelado de súbito como insólito, extraño, invisible y poético.

Esos cuadros que presenta Pepe Esteve para alegría y estupefacción de los sentidos nacen de su satisfacción por las cosas abandonadas, especialmente por aquellas que, como las fábricas en desuso, las periferias, los marjales bajos y pantanosos, han tenido en el pasado una utilidad y ahora carecen de ella, artefactos jubilados que vagan sin oriente. Y si una manera posible de entender la obra de arte consiste en decir que es tal porque ya no sirve a fin alguno, porque se propone a la pura contemplación desinteresada, entonces el punto de partida, exterior al cuadro mismo, es ya, en Pepe Esteve, estético. Antes de consagrarse a la elaboración de la materialidad pictórica, antes de la forma, la textura y el color, los ojos de Pepe han captado un objeto en sí mismo estético.

La ecuación, sin embargo, no es tan sencilla. Pepe Esteve no ha trasladado lo que su ojo pictórico percibe al cuadro según los cánones realistas, impresionistas o vanguardistas. Si este es un esquema ingenuo para comprender todo proceso creativo, en su caso se muestra más naïf todavía, porque su punto de partida es un juego a dos manos entre el objeto estético anterior al cuadro y la materialidad pictórica misma. A este respecto hay que subrayar lo siguiente: la pintura de Pepe Esteve, antes de ser comunicación (y mucha) es un proceso de conocimiento, de indagación en las posibilidades expresivas y, sobre todo, heurísticas de los materiales con los que trabaja, en dicho proceso de indagación aplica quietud, aunque sea la quietud en movimiento del agua o del viento; una dominancia del color y una saturación que expresan su propio idiolecto en cuanto a la intensidad inefable y sobreaguda que le provocan tales espectáculos de abandono; y una textura que, mediante el empleo de diferentes materiales, empastes, y pinceladas, mueve nuestro cuerpo para que la experiencia pictórica no sólo sea visual. Y es que, de alguna manera, la pintura es también ese objeto abandonado que, entre otras muchas cosas, pone encanto y misterio a las cosas aparentemente insignificantes o que ya no veíamos por un simple hábito automático de percepción.

De ahí nace un gesto que no asegura simplemente que el mundo está en el origen de la pintura (de hecho, las rectas y sus combinaciones son reconocibles gracias a la existencia de cosas tipo como las casas, el agua, las fábricas, etc.), ni tampoco, como en ciertas vanguardias, que la materialidad pictórica está antes que el mundo e incluso lo niega (así, por ejemplo, ese azul, ese rojo o ese dorado están al borde de la ausencia de sentido). El mundo pictórico que presenta Pepe Esteve es un gesto indecidible que afirma a la vez el mundo y la pintura.

Lo cierto es que resulta difícil apartar la vista de esos paisajes, uno se siente atraído por la experiencia mística de la luz, de un amanecer, de una atmósfera que parece lavada de lluvia y polvo.

Manuel Asensi. Universidad de Valencia.

Fecha: 05 Jun - 05 Jul 2007

Obras